La hora de la desaparición: Entre el terror psicológico y el letargo narrativo

Reseña SIN SPOILERS por Andy McCormick

Después del éxito de Barbarian, Zach Cregger regresa con La hora de la desaparición (Weapons), una ambiciosa propuesta que mezcla terror, brujería y hasta comedia oscura. La premisa es intrigante: a las 2:17 a.m., todos los niños de un mismo salón escolar desaparecen al mismo tiempo, sin dejar rastro. Esta parte inicial es hipnótica y perturbadora, con una narración inquietante que recuerda inevitablemente al Flautista de Hamelín. Hasta ahí, todo promete.

La película, protagonizada por Julia Garner, Josh Brolin y el joven Cary Cristopher, intenta construir un thriller en el que cada personaje aporta una pieza al rompecabezas. Desde un padre desesperado por encontrar a su hijo hasta la maestra señalada como posible culpable, los arcos narrativos se entrelazan para revelar lentamente (muy lentamente) qué ocurrió realmente esa noche, visualizando la perspectiva de cada papel.

Y ahí es donde empieza el problema.

Con una duración de 128 minutos, La hora de la desaparición se siente innecesariamente larga. Aunque su atmósfera está cuidadosamente construida y hay escenas realmente efectivas en cuanto a tensión y simbolismo, el ritmo es irregular. La trama avanza con pasos tan medidos que por momentos parece estancarse. Cregger juega con la ambigüedad entre lo real y lo sobrenatural, y logra crear momentos inquietantes gracias a detalles mínimos: una mirada, una postura corporal, la música. La película tarda demasiado en llegar a sus revelaciones, y cuando lo hace, el efecto sorpresa ya no tiene la fuerza que debería.

A su favor, La hora de la desaparición no se conforma con el terror fácil de los jump scares, de hecho casi no hay. Su fuerza está en lo psicológico: en la desesperación de los padres, la paranoia colectiva, la necesidad de encontrar culpables cuando no hay respuestas. Hay guiños claros al pánico satánico, al control mental, e incluso a estadísticas reales sobre la desaparición de menores, lo que dota a la historia de una carga social inquietante.

También hay espacio para un humor oscuro que, aunque inesperado, funciona bien en momentos puntuales y evita que la película se vuelva demasiado solemne. Esa dualidad —el horror y lo absurdo— es uno de los aciertos de este filme. La violencia gráfica se hace presente en varias partes clave.

No es para todos los públicos, pero sin duda dejará una impresión en quienes se dejen atrapar por su inquietante propuesta. Presentada por Warner Bros.

Por: Andy Mc Cormick