Euforia y complicidad – Alejandro Sanz desborda el Auditorio Telmex
Desde los primeros minutos del concierto en el Auditorio Telmex, la atmósfera se impregnó de euforia. El público respondía con ovaciones y coreaba cada canción con intensidad desbordante. Alejandro Sanz apareció en el escenario con una sonrisa franca, visiblemente feliz y pleno, en contraste con etapas más sombrías de su vida. Esa complicidad se extendió de inmediato a su banda, que, músico por músico, construyó un clima de celebración y entrega, convirtiendo la noche en una auténtica fiesta compartida entre artista y público.
Tras ese arranque vibrante, Sanz desplegó una selección de canciones que recorrieron su trayectoria y encendieron al público entre aplausos y coros. “Desde cuándo” inauguró la primera oleada de nostalgia con una interpretación cálida y orgánica que mostró a un Sanz cercano y cómodo. La emoción creció con “Capitán Tapón” y “La música no se toca”, esta última capaz de erizar la piel a los amantes de este bello arte por su lírica.



No podían faltar sus grandes éxitos, esos que han marcado generaciones. “Amiga mía” y “Mi soledad y yo” desataron una ovación unánime; “Cuando nadie me ve” y “El alma al aire” fueron coreadas de principio a fin con la emoción a flor de piel. Más adelante, “No es lo mismo” puso a todo el Auditorio Telmex de pie en un momento que condensó la esencia de Alejandro Sanz.
Uno de los rasgos más notables de la noche fue la generosidad de Sanz con su banda. A lo largo del concierto abrió espacios para que cada integrante mostrara su talento, ya fuera con solos, arreglos o momentos de improvisación. Entre ellos destacaban tres mujeres maravillosas cuya presencia y virtuosismo dieron un toque fresco y poderoso al show, junto con varios músicos latinos que aportaron sabor y calidez a cada tema. Esa complicidad convirtió cada canción en algo vivo y único, dejando claro que el espectáculo no era solo de Sanz, sino un diálogo constante entre él, sus músicos y el público.

Los visuales también merecen un reconocimiento aparte. Estando cerca del control pude apreciar la intensidad y la pasión del equipo encargado de que cada proyección, juego de luces y cambio de color estuviera perfectamente sincronizado con la música. Ese trabajo silencioso y minucioso permitió que el público viviera una experiencia sensorial completa, donde sonido, imagen y emoción se entrelazaron para potenciar cada canción con la mayor tecnología en visuales que haya visto hasta el momento.
El encore fue puro sentimiento: primero, una versión acústica de “Y, ¿Si fuera ella?” que sumió al Auditorio Telmex en un silencio reverente; después, “¿Lo ves?” en solitario, un instante íntimo que evocó los inicios del artista. Finalmente, “Corazón partío” estalló en un remix explosivo que, entre confeti y coros masivos, convirtió la sala en una celebración total, cerrando una noche que no solo repasó tres décadas de carrera, sino que también celebró el presente y el futuro de Alejandro Sanz junto a su público.



Asistir a un concierto de Alejandro Sanz es mucho más que escuchar en vivo sus canciones; es sumergirse en una atmósfera de buena vibra, alegría y complicidad mutua. La perfección y el cuidado en cada arreglo musical —sumados a la entrega total del artista, su banda y el equipo técnico hacia el público— convierten la experiencia en un ritual compartido donde cada nota y cada imagen se sienten cercanas y auténticas. Por eso, cada presentación de Sanz no solo repasa su historia, sino que reafirma por qué sigue siendo imprescindible verlo y escucharlo en directo.
Txt: Hugo Mijangos
Fotografía: Fanny López | fannylopezmx
